16 may 2014

Todos somos él

Relato participante en la escena 18 del Taller de Literautas.

Condiciones de la escena:
-Aparición de la palabra "circo".
-Aparición de la palabra "beso".

TODOS SOMOS ÉL

Al circo. Tenía que ser al circo. No al cine, o al teatro, no... Al ruidoso y maloliente circo. Con sus incómodos asientos, olor a sudor y animales, payasos insoportables sin gracia alguna... Si había algo que Juan odiaba eran los payasos. Solo pensar en que se le acercara alguno durante el espectáculo... Y a pesar de todo había aceptado, claro. ¿Cómo no hacerlo? Una cita con Claudia bien merecía el sacrificio. ¿Cuanto podía durar? Solo tendría que contener la respiración un par de horas.

—¿Sabes que uno de los acróbatas fue medallista olímpico hace siete años? —comentó ella emocionada mientras tomaban asiento.
—Ah, qué bien...

Muy en su interior, comenzó una calurosa discusión.

—¿¡”Ah, qué bien”!? —preguntó Autocrítica citando las palabras de Juan—. ¿Por fin conseguimos estar a solas con Claudia y todo lo que somos capaces de decir es eso?
—¿Qué esperabas? Estamos bajo mínimos —contestó Pesimismo señalando al resto de la cámara, donde la mayor parte de los representantes, especialmente Elocuencia, parecían estar sufriendo una crisis nerviosa.
—¡Pero si llevamos semanas ensayando! —replicó Autocrítica—. Incluso hemos conseguido una posición ventajosa; en la oscuridad, lejos de miradas indiscretas.
—Y yo que os lo agradezco —contestó Timidez asomando un brazo por encima de su escaño.
—Yo estoy preparado para dar el paso —intervino Valor levantándose y luciendo su brillante armadura—. Pero antes necesito que alguien se encargue de callar a estas dos —añadió señalando con desprecio a Vergüenza e Inseguridad.
—¡Eh! ¡Qué nosotras solo cumplimos con nuestro deber! No exhibirías esos aires si te hubiéramos permitido cagarla siempre que has querido saltar a la piscina antes de que la llenaran.
—Claro que no. Si por ti fuera no la cagaríamos nunca, porque nos pasaríamos toda la vida encerrados en casa.
—¡Ya basta! —retumbó la voz de Raciocinio en toda la sala haciendo callar las demás—. Señores, señoras... Un poco de calma, por favor. Como bien ha señalado Vergüenza hay que dejar que todos cumplamos nuestro papel. Recordad que es la suma de todos nosotros la que forma quien somos. Juan no seria la misma persona sin nosotros, y ahora nos necesita. Debemos hacerlo lo mejor que podamos, ya sea para tratar de iniciar una relación romántica o para evitarnos el bochorno del rechazo.

Sus palabras parecieron llegar a todos, que poco a poco volvieron a ocupar sus asientos a regañadientes. La cara de Juan pareció reflejar aquel estado de relativa calma en su interior, abandonando el tono rojizo que había adoptado los últimos minutos. Casi estaba empezando a disfrutar de la velada, a pesar de ser en un circo, cuando se percató de que el número de los acróbatas estaba a punto de acabar. ¿Qué haría durante la pausa? Era el momento ideal para tratar de besarla. Pensar en aquello hizo que volviera a cerrar los puños y tensarse sobre el asiento, que empezaba a encharcarse de sudor.
El corazón no paraba de golpearle el pecho cada vez más fuerte y el estomago parecía estar bailando al ritmo de sus latidos. Por más que se pasara la lengua por los labios, el respirar por la boca le impedía mantenerlos húmedos.

—¿Qué hacemos? ¿¡Qué hacemos!? —exclamó Miedo— ¡Estamos al borde del infarto!.
—Podríamos aprovechar todos esos síntomas como excusa para irnos a casa —sugirió Cobardía.
—Calmaos un segundo —intervino Lógica—. ¿Es que no os habéis parado a pensar un solo momento? Fue Claudia quien propuso este plan, ¿no? A nosotros solos. Ni a Jaime, ni a Belén, ni a María. Y los tres estaban disponibles hoy. Es evidente que quería estar a solas con Juan. Vamos sobre seguro.

De pronto, todos los representantes cayeron en la cuenta. Era tan obvio... Toda la cámara se volvió hacia Valor, que esbozó una sonrisa al comprender que contaba con su apoyo para actuar.

—¡Por fin! Elocuencia, Romanticismo... No me falléis.
—¡Descuida! —respondieron al unisono, más confiados que nunca.
—¡Allá vamos!

Según iba calmándose el sonido de los aplausos Juan se inclino hacia Claudia y, casi sin ser consciente de lo que decía, le susurró algo al oído. No salió de su cabeza. No era una de las muchas frases que había estado ensayando, ni algo que hubiera oído o leído antes. Aquellas palabras surgieron de su corazón, transmitiendo con total sinceridad sus sentimientos. Entonces ella se giró emocionada y ambos se fundieron en su primer beso.